martes, 21 de octubre de 2014

TEXTOS SOBRE LOS GREMIOS. CIENCIAS SOCIALES 2º ESO

Definición y estructura del gremio
<<Los artesanos, sastres, zapateros, pañeros, panaderos, cerrajeros, pintores, carpinteros, canteros y constructores constituían asociaciones artesanales o federaciones llamadas gremios. Cada uno de ellos, por ejemplo el gremio de los sastres, era tan cerrado y tenía leyes casi tan rigurosas como el estamento de los caballeros. No todo el mundo podía alcanzar sin más ni más el grado de maestro sastre. Antes había que ser aprendiz durante un tiempo determinado; luego, se obtenía el grado de oficial y había que recorrer mundo para conocer ciudades y formas de trabajo ajenas. Estos oficiales itinerantes recorrían el país a pie y visitaban, a menudo durante años, muchas naciones hasta el momento de regresar a casa o encontrar una ciudad desconocida que necesitara—pongamos por caso—un maestro sastre, pues en las ciudades pequeñas no hacían falta muchos y el gremio procuraba con gran rigor que no accediera al grado de maestro más gente de la que podía hallar trabajo. El oficial debía demostrar allí lo que sabía, es decir, preparar una pieza maestra (un bello abrigo, por ejemplo), y, a continuación, se le nombraba solemnemente maestro y era recibido en el gremio. >>
GOMBRICH, Ernst, Breve historia del Mundo, Barcelona, Península, 2007,

Reglamento de un gremio de tejedores (texto adaptado)


Nadie puede ser maestro tejedor de lana si antes no ha pagado el impuesto por desempeñar el oficio al rey. Cada maestro tejedor puede tener en su taller dos telares y cada hijo de maestro tejedor puede tener dos en el taller de su padre mientras que esté soltero y si él sabe trabajar el mismo oficio. Cada maestro puede tener en su taller un aprendiz, ninguno más. Y nadie debe empezar a trabajar antes de levantar el sol, bajo pena de multa de doce dineros para el maestro y seis para el oficial. Los oficiales deben cesar el trabajo desde que haya sonado el primer toque de vísperas, pero deben arreglar sus cosas y herramientas después de cesar el trabajo.
Original de FOSSIER, Robert, Histoire sociale de l'Occident Medieval, París, 1970, p. 219. Recogido en LOZANO, A. y E. MITRE, E. Analisis y comentario de textos históricos. I. Edad Antigua y Media, Madrid, 1979, p. 193.

Retrato literario de un artesano de Barcelona

<<Tras cinco años de duro trabajo como aprendiz, Grau consiguió la categoría de oficial. Siguió a las órdenes de su maestro, que, satisfecho de sus cualidades, empezó a pagarle un sueldo. A los dieciocho cumplió su promesa y contrajo matrimonio con Guiamona.
[…]>>
>>Cuatro años después, a los veintidós, Grau se presentó al examen público que se realizaba en presencia de los cuatro cónsules de la cofradía. Realizó sus primeras obras: una jarra, dos platos y una escudilla, bajo la atenta mirada de aquellos hombres, que le otorgaron la categoría de maestro, lo que le permitía abrir su propio taller en Barcelona y, por supuesto, usar el sello distintivo de los maestros, que debía estamparse, previendo posibles reclamaciones, en todas las piezas de cerámica que salieran de su taller. Grau, en honor a su apellido, eligió el dibujo de una montaña.>>
>>Grau y Guiamona, que estaba embarazada, se instalaron en una pequeña casa de un solo piso en el barrio de los alfareros, que por disposición real estaba emplazado en el extremo occidental de Barcelona, en las tierras situadas entre la muralla construida por el rey Jaime I y el antiguo linde fortificado de la ciudad. […]>>
>>Allí, donde el taller y la vivienda compartían el espacio con el horno de cocción y los dormitorios en una misma pieza, Grau inició su labor como maestro en un momento en que la expansión comercial catalana estaba revolucionando la actividad de los alfareros y les exigía una especialización que muchos de ellos, anclados en la tradición, rechazaban.>>
>>—Nos dedicaremos a las jarras y a las tinajas —sentenció Grau—; sólo jarras y tinajas. —Guiamona dirigió la mirada hacia las cuatro obras maestras que había hecho su marido—. He visto a muchos comerciantes —prosiguió él— que mendigaban tinajas para comerciar con el aceite, la miel o el vino, y he visto a maestros ceramistas que los despedían sin contemplaciones porque tenían sus hornos ocupados en fabricar las complicadas baldosas de una nueva casa, los platos policromados de la vajilla de un noble o los botes de un apotecario.
[…]>>
>>Grau acertó. Llenó el secadero de su humilde taller con jarras y tinajas, y pronto los comerciantes supieron que en el taller de Grau Puig podrían encontrar, al momento, todo cuanto desearan. Nadie tendría ya que mendigar a maestros soberbios.>>
FALCONES, Ildefonso, La catedral del Mar, Barcelona, Mondadori, 2006, pp. 51-52

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